miércoles, 4 de agosto de 2010

Los pezones de Leda


Pocas Ledas nos han impresionado tanto como esta. Hermosa, sensual, esperando a su cisne, con esa mirada de mujer que llama, que añora, que sufre sus ausencias, pero que recibe feliz la visita de su Dios. Las naturalezas muertas, al desorden, la rodean como señalando a una mujer decepcionada que ha lanzado todo porque el amante no llega... contrastan con la vitalidad, con el brillo, la elegancia, con la fragilidad y firmeza –aunque parezca contradictorio, y allí su mayor magia- que emana de Leda. Todo en el cuadro invita al deseo.

En los hermosos pechos está plasmado su deseo y para nosotros la mayor atención al detalle: sus rosados, pequeños, maravillosos y erguidos pezones son una provocación. La concentración total del deseo de la reina, que espera a ser mordida, lamida, absorbida...

Un pequeño laúd toca el deseo; las flores, la fecundidad. La manta blanca, de seda tocando el cuerpo de Leda se regodea entre pliegues y sensualidad. El puente da la idea de lejanía; Leda se aleja de todo y de todos ante la llegada del único que puede satisfacerla; las frutas de esa naturaleza están vivas, abiertas, invitando al mordisco, a la tentación. Brillo, deseo, fragilidad, elegancia, formas, tentación, amor…

A nosotros nos parece que en este cuadro el cisne, al menos en el cuadro, sonríe…
Y por allí, otra Leda espera…



Cornelis le Mair

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