domingo, 12 de julio de 2009

Leda en Cuba


Neurosis

de Julián del Casal

Noemí, la pálida pecadora
de los cabellos color de aurora
y las pupilas de verde mar,
entre cojines de raso lila,
con el espíritu de Dalila,
deshoja el cáliz de un azahar.

Arde a sus plantas la chimenea
donde la leña chisporrotea
lanzando en tono seco rumor,
y alzada tiene su tapa el piano
en que vagaba su blanca mano
cual mariposa de flor en flor.

Un biombo rojo de seda china
abre sus hojas en una esquina
con grullas de oro volando en cruz,
y en curva mesa de fina laca
ardiente lámpara se destaca
de la que surge rosada luz.

Blanco abanico y azul sombrilla,
con unos guantes de cabritilla
yacen encima del canapé,
mientras en la tapa de porcelana,
hecha con tintes de la mañana,
humea el alma verde del té.

Pero ¿qué piensa la hermosa dama?
¿Es que su príncipe ya no la ama
como en los días de amor feliz,
o que en los cofres del gabinete
ya no conserva ningún billete
de los que obtuvo por un desliz?

¿Es que la rinde cruel anemia?
¿Es que en sus búcaros de Bohemia
rayos de luna quiere encerrar,
o que, con suave mano de seda,
del blanco cisne que ama Leda
ansía las plumas acariciar?

¡Ay! es que en horas de desvarío
para consuelo del regio hastío
que en su alma esparce quietud mortal,
un sueño antiguo le ha aconsejado
beber en copa de ónix labrado
la roja sangre de un tigre real.


Binder Art



Julián del Casal nació en la La Habana en 1863. A pesar de que su infancia transcurrió en un ambiente triste debido a la temprana muerte de su madre, mostró desde niño su gran vocación por la literatura, recibiendo una marcada influencia de los clásicos franceses, especialmente de Baudelaire, quien fue su ídolo literario. En 1888 viajó a Europa, deseaba enormemente ir a París, ciudad que le atraía enormemente. Sin embargo, no pudo. Estuvo en Madrid, donde trabó amistad con Salvador Rueda y con Francisco de Asís de Icaza. Regresó a Cuba un año después sin haber llegado a visitar la capital de Francia. Comenzó a acudir a las tertulias de la Galería Literaria y en 1890 publicó su primer libro de poemas Hojas al viento. Abandonado su puesto en Hacienda, trabajó como corrector y luego como periodista. En en 1891 había llegado Rubén Darío a La Habana, con quien Casal entabló amistad. El primero le dedicó a éste El clavicordio de la abuela; Casal, por su parte, había conseguido ese mismo año que La Caricatura apareciera el poema de Darío La negra Dominga; también publicó en La Habana Elegante un artículo sobre su amigo en 1893. Está considerado como un baluarte del modernismo hispanoamericano y una de las grandes voces de la poesía y la prosa cubana. «Hojas al viento» en 1890, «Nieve» en 1892, «Mi Museo ideal» en 1892 y «Bustos y rimas» en 1893, reunen la totalidad de su obra. Murió en 1893.

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