jueves, 18 de junio de 2009

Boccaccio y un poco de Leda I


Boccaccio, el terrible, provocador, erótico y po
co creyente Boccaccio, nos deja en un compendio de las mujeres ilustres que dieron vida a toda una cultura: la occidental. Tanto romanas como griegas, divinas como Eva o Minerva, poéticas como Safo, amantes como Dido, mágicas como Medea, Amaltea o Circe, fieles como Penélope, desesperadas como Casandra, terribles como Cleopatra, o sufridas como Hécuba, el magistral Boccaccio teje la historia de la humanidad en este catálogo de vidas en las que lo histórico se mezcla con la legendario, porque las mujeres todas, de alguna manera hacen la leyenda, de todas las formas son míticas.


(Del taller de Leonardo: Leda con sus niños, imaginamos a la favorita en brazos)

Entre Clitemnestra y Circe, nos deja un capítulo dedicado a Helena (XXXV), la hermosa hija de Leda, de la que da cuenta que era hija de Júpiter convertido en Cisne divino, porque tan majestuosa belleza -la que describe con profusión de detalles- no es posible concebirla en una mortal unión. Se tejen los encuentros entre Leda y su Cisne:

De las mujeres ilustres
De claris mulieribus
(un fragmento, en romance)

Boccaccio

"Ca pregunto, ¿quién podrá con el pinzel o con el marfil blasonar la alegría de los ojos, la gracia y plazible gesto de todo el rostro, la celestial risa y los diversos movimientos de la cara, y las gracias y ayre según la qualidad de las palabras y de los actos, como este officio sea de la natura sola? Por consiguiente, fizo lo que pudo y lo que pintó, como una celestial fermosura de una y magen, dexólo por memoria a los venideros. Dende los entendidos y agudos fingieron una fábula.

Conviene saber, ella por resplandor de los ojos y por la gracia y luz que en ellos tenía, qual nunca otra tal vieron los hombres, y por la insigne blancor del rostro y por los muchos cabellos como hebras de oro que le y van de cada parte venteando por los hombros muy luengos y fechos a ondas y otros más cortos que le acompañavan el rostro, y por la entonada y dulce suavidad de su voz, y por algunos gestos assí de su fresco rostro (como una rosa de la luzida fruente) y garganta de marfil que se levantava de los deleytes nunca vistos de sus pechos, que no se podían ver ni concebir sino quando resollava, dixieron ser ella fija de Júpiter transfigurado en cisne. Porque allende de la fermosura que havía ella podido tomar del vientre de la madre se diesse a entender haver tovido otra por divino misterio infundida".

Helena de Gustave Moreau
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Esta traducción se ha tomado de un incunable de Zaragoza salido de la imprenta del famoso editor e impresor alemán radicado en Zaragoza: Paulo Hurus, quien tuvo una de las primeras y más importantes imprentas de España. El fragmento que presentamos es de una obra editada por él en 1494. El libro completo: aquí.



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