sábado, 22 de noviembre de 2008

El mito de Dánae

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Junto con nuestro mito de Leda y el cisne, otras dos historia pueden ser consideradas como las más sensuales de la mitología clásica: el Rapto de Europa y el mito de Dánae. Veamos esta última.

Dánae (Δανάη) era una de las hijas de Acriso y de Euridice. En esos momentos Argos estaba gobernada por dos mellizos, Acrisio y Preto, que se alternaban en el poder. Dánae vivió una infancia feliz, ajena a la rivalidad que había entre su padre y su tío, provocada por las constantes luchas de poder. Esta rivalidad fue aumentando debido a la imposibilidad de Acrisio de obtener un hijo varón, y a las miradas insinuantes de Preto hacia su hija Dánae, que hasta se le aparecían en pesadillas.
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Esta tensión constante le hizo entrar en una locura iracunda, al pensar que su heredero vendría de la unión de Preto con su hija, por lo que decidió ir en busca del oráculo… Éste no pudo ser más inquietante y terrible: No sólo no tendría hijos varones, sino que su nieto, el hijo de Dánae, le daría muerte. Así Acrisio, entre un ataque de miedo e ira, recluyó a su hija en una sólida cámara para evitar cualquier contacto carnal de ésta con su tío.


Como ocurriera con Leda, Zeus se enamoró de Danae, y decidió usar sus artimañas para conseguir su propósito. Hubiese podido romper la puerta y haberla raptado sin ningún problema, pero como caprichoso que era, quería mantener el secreto, evitando a su vez, que se enterara Hera. Todo ocurrió en una noche estrellada. Dánae yacía desnuda en su lecho mientras soñaba con la ansiada libertad, cuando por una de las rendijas de la cámara, apareció Zeus, que transformándose en una suavísima lluvia dorada, entró dentro de la habitación. Así, gota a gota, fue cayendo Zeus sobre el cuerpo desnudo y asustado de Dánae, impresionada por tan importante visita. Estas gotas doradas, uniéndose en un abrazo luminoso y vibrante, la poseyeron, introduciéndole la semilla de una nueva vida: la del futuro héroe Perseo.


El hecho estaba ya consumado, cuando Dánae le pidió a Zeus la libertad y su salvación, a cambio de haberse entregado a él. Éste le pidió calma y le prometió su ayuda. Sin embargo, momentos después Acrisio descubre que su hija ha sido poseída, según él por Preto, y decide actuar rápidamente y con crueldad antes de que se cumpla el pronóstico del oráculo. Siguió cruelmente las reglas que imponía la tradición en estos casos: arrojar al niño al río más cercano, en este caso, al mar. Sin embargo, el niño no iría sólo ya que le acompañaría su madre, la cual estaba tranquila por la promesa divina recibida. Así iniciaron los dos, Dánae y el pequeño Perseo, el viaje dentro del arcón que gracias a los vientos favorables y a las olas impulsadas por Poseidón, llegó a la isla de Sérifos, donde fueron rescatados por el pescador Dictis que los acogió en su casa.

Y como todo oráculo debe cumplirse, más adelante, en unos juegos deportivos, Perseo lanzó un disco que, accidentalmente, golpeó mortalmente la cabeza de Acrisio, que murió al instante. Así, lo que no quiso hacer Perseo por propia voluntad, se cumplió por voluntad divina.

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